El libro de Godwin se llamaba «The Man in the Moon» o «El hombre en la Luna». Su héroe es un español llamado Domingo Gonsales, y viaja de una manera espectacular: enganchando un carruaje a una bandada de gansos salvajes que migran entre la Tierra y la Luna.
Había quienes pensaban que realmente había tales migraciones de animales, pues en ese entonces nadie sabía que el espacio carecía de aire.
La primera descripción de una máquina especialmente diseñada para viajes espaciales apareció en un libro publicado en 1657
Se trataba de una caja lo suficientemente grande como para alojar a un pasajero, con un techo de cristal hueco en el que unos espejos enfocaban los rayos del Sol.
El aire caliente dentro del cristal se elevaba y salía por un tubo en la parte superior, y para compensar entraba aire desde abajo.
Esa aspiración de aire, señalaba el inventor, impulsaba la máquina hacia arriba.
Aunque no está del todo claro cómo funcionaría esa propulsión impulsada por vacío, llama la atención que alguien estuviera especulando sobre viajes espaciales a mediados del siglo XVII.
¿Quién era esa persona que imaginó un vehículo para explorar nuevos mundos lejos de la Tierra?
Era un francés cuyo nombre posiblemente te sonará conocido: Cyrano de Bergerac.
Poeta, dramaturgo, pensador y libertino
Se llamaba Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac, y realmente no venía de Bergerac, simplemente adoptó el elegante título porque su familia parisina tenía una pequeña finca en Gascuña.
Fue un soldado, jugador y duelista que se retiró de las hazañas militares a causa de sus heridas alrededor de 1639, a la edad de 20 años.
Así que estudió en la universidad y, a juzgar por sus obras, estaba bien versado en los debates filosóficos y científicos de su época.
Sus trabajos más exitosos fueron dos libros, llamados «Los estados y los imperios de la Luna» y su secuela, «Los estados y los imperios del Sol«.
Ninguno fue publicado durante la corta vida de Cyrano, pero fueron impresos por uno de sus amigos dos años después de su muerte en 1655.
Como la Utopía de Tomas Moro o los Viajes de Gulliver, se burla de la civilización europea aprovechando encuentros con extraños, en esta instancia, extraterrestres.
Pero además, las fantasías sobre los vuelos espaciales de Cyrano de Bergerac dejaron un legado científico y tecnológico. Contamos con detalles incompletos sobre el verdadero Cyrano de Bergerac, pero a juzgar por sus libros era un personaje irónico, irreverente, pero también inteligente y de mentalidad amplia.
Es más, el intrépido héroe de Cyrano probablemente era un autorretrato, pues su nombre es prácticamente un anagrama: Dyrcona.Dyrcona hace sus primeros viajes en una embarcación hecha de botellas de rocío, basada en la idea de que el rocío se evapora porque hay una especie de atracción hacia el Sol. Ese plan falla, y se estrella en Canadá.
Sin embargo, luego logra llegar a la Luna gracias a una fuerza de atracción entre la Luna y la médula ósea que Dyrcona se había frotado en sus moretones para curarlos.
Aunque eso suena como pura superstición medieval, es más bien una expresión de las dudas sin aclarar de la época.
Los filósofos naturales aún no entendían bien las fuerzas en la naturaleza.
Se pensaba, por ejemplo, que la fuerza misteriosa que hace que una brújula apuntara hacia el norte demostraba que la Tierra misma era un imán gigante: una idea bastante loca, que resultó ser cierta.
A esos mismos protocientíficos les desconcertaba la fuerza de la gravedad, que se parecía al magnetismo.
Entonces, por supuesto que la Luna no atrae la médula ósea, pero dado que otras fuerzas invisibles de la naturaleza parecían tan fantásticas y extrañas, no era raro que lo consideraran.
A Dyrcona esa idea se la había transmitido en la Luna nada menos que Domingo Gonsales, el héroe del libro anterior de Francis Godwin, quien -en un maravilloso fragmento de meta-narrativa- aparece como una especie de mascota del gigantesco hombre-animal que gobierna la Luna.
Gonsales le confiesa a Dyrcona que dejó la Tierra desesperado pues la Inquisición española había reprimido sus puntos de vista antiaristotélicos..
Cuando Dyrcona regresa a la Tierra, escribe «Los estados y los imperios de la Luna» y lo acusan de ser un hechicero, por lo que parte en su caja de vacío a visitar los estados y los imperios del Sol, una «tierra tan luminosa» -dice- «que se parece a copos de nieve en llamas».
Descubre que esa luminosa tierra es el lugar al que van las almas después de que la gente muere en la Tierra.
Y, mientras que la mayoría de las almas se funden con el Sol, las de los filósofos sobreviven. En las últimas oraciones del segundo libro, que Cyrano de Bergerac nunca pudo terminar, Dyrcona inicia un diálogo con uno de los filósofos famosos.
Fuente: BBC.