La noche del 23 de marzo de 1918, el público abarrotaba el Wood Green Empire, como en los días anteriores. Los carteles del teatro anunciaban el espectáculo del conocido Chung Ling Soo. Desde hace 20 años, sin importar dónde actuase, la gente acudía en masa para ver a este hombre del lejano oriente.
Chung Ling Soo, con su espectáculo de magia, su extraña ropa y su suntuosa escenografía, fue un soplo de exotismo para los londinenses, suponiendo una evasión impagable de lo ordinario, salvo por el precio de la entrada.
Como era habitual, esa noche Chung Ling Soo presento trucos de todo tipo, establecidos ya por la experiencia, para presentar su gran final: la ilusión «condenado a muerte por los bóxers» (los bóxers eran rebeldes chinos que se oponían a la influencia extranjera).
Era su especialidad, siendo esencialmente un truco de la bala, es decir, un peligroso juego de manos que consistía en detener una bala disparada contra él con los dientes y luego escupirla en un plato para mostrársela al público. En este caso, paraba las balas con un plato. La sorpresa es que era la misma bala marcada previamente por un espectador aleatorio del público.
El resultado fue inexperado. Chung Ling Soo cayó al suelo y rompió su silencio para decir sin atisbo de acento chino: «¡Oh dios mío! Ha pasado algo. ¡Bajad la cortina!».
Se bajó el telón y el mago fue llevado inmediatamente al hospital Passmore Edwards Cottage, donde murió a la mañana siguiente. Después del accidente desapareció su asistente William Robinson, que fue el incansable promotor de sus espectáculos.
¿Acaso fue su muerte un asesinato y William Robinson huyó al estar implicado? No. William Robinson y Chung Ling Soo eran la misma persona.
En el 1900, Robinson se enteró de que un agente en París estaba buscando un mago chino para actuar en Folies Bergère: en pocos días organizó un espectáculo inspirado en el de Ching Ling Foo y se fue a la capital francesa.
Viajó desde Nueva York a París en primavera a bordo de un barco de vapor. Su aspecto ya no era el mismo: se había pintado con maquillaje teatreal, se había afeitado totalmente la cara, recogido el cabello negro en una cola y vestía suntuosas ropas orientales.
¿Qué falló en el truco?
Los mosquetes que usaba Chung Ling Soo en su número tenían una varilla de acero en su interior que debía retener la bala. Sin embargo, para no desperdiciar munición y pólvora, el mago nunca los limpiaba correctamente. Ese residuo de pólvora acumulado poco a poco implicó que, en vez de la bala de fogueo habitual, quedara una bala real que le atravesó el pulmón.
Ea, por no limpiar!