Hace unos días falleció en Ribadavia (Ourense) Ramón Estévez, un héroe desconocido.
Ramón aún no había cumplido 18 años cuando Lola, la mayor de las hermanas Touza, fue a hablar con su padre, Francisco Estévez, que era un conocido pescador de la zona: «Paco, ¿Cuándo vais de pesca? Necesito que me hagas un favor», le dijo.
Corría el año 1941, pleno auge de la Alemania nazi. Las hermanas Touza, Lola, la mayor; Amparo, la mediana; y Julia, la pequeña, vivían en Ribadavia, desde donde estaban a punto de comenzar a tejer la mayor red de fuga de judíos de España.
Lola les había pedido a los Estévez que ayudaran a cruzar a Portugal a un judío de origen alemán que había logrado escapar del campo de concentración de Mauthausen.
A las 4 de la madrugada padre e hijo llegaron a la casa donde se escondía aquel pobre hombre, le dieron una caña de pescar y se encaminaron a la orilla del río. El objetivo era llegar a pie a la aldea de Frieira, ubicada en la frontera con Portugal, a unos 11 km de Ribadavia.
Nadie sospecharía de ellos, pues era frecuente que los hombres madrugasen para ir a pescar truchas y angulas con las que paliar el hambre.
Tras un largo camino, en el que hubo que sortear algunos obstáculos, los hombres llegaron a la aldea, desde donde el alemán pudo atravesar la frontera a nado. «Te recordaré siempre, amigo», le dijo al pequeño de los Estévez, entregándole en agradecimiento un duro de plata.
Aquel hombre se llamaba Abraham Bendayem. En el brazo llevaba grabado el número 451. Porque para los nazis sólo era eso, un número. Gracias a Ramón y a Francisco Estévez, Abraham pudo salir de Europa y llegar a América, donde le esperaba una nueva vida.
A él le siguieron muchos más. Se cree que cerca de 500 judíos pudieron huir de Europa gracias a la labor humanitaria de españoles como Ramón Estévez.
FIN