Es jueves, 11 de marzo de 2004. Quedan tres días para las elecciones generales, que se celebrarán el domingo 14. El reloj acaba de dejar atrás las 7:30 de la mañana. Miles de españoles despiertan, otros tantos se dirigen al trabajo en transporte público, alguno, rezagado, desea meterse en la cama tras un turno de noche. Diez explosiones, en cuatro trenes distintos, rompen la mañana por la mitad. Las sirenas se convierten en la banda sonora de las siguientes horas. 192 fallecidos, más de dos mil heridos, un despliegue inédito de los servicios de emergencias.
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