En 1521, el explorador Fernando de Magallanes llegó a Filipinas y tomó posesión de las islas para España.
La llegada de Magallanes marcó el comienzo de una era de influencia y posterior dominio español. Miguel López de Legazpi estableció el primer asentamiento español en Filipinas en 1565, con la fundación de Cebú. En 1571 fundó la ciudad de Manila, que se convertiría en el centro administrativo y económico del Imperio español en Asia. Filipinas fue gobernada por el Virreinato de Nueva España centrado en México antes de que se decretara el gobierno directo después de la independencia de México.
Tres siglos de influencia española dieron lugar a una cultura hispano-asiática, patente en el arte, música, gastronomía y costumbres de Filipinas, en especial su religión católica. También surgió una variante filipina del idioma español, que floreció en la segunda mitad del siglo xix y primera del xx. (Wikipedia)
Etimología.
Antes de adquirir su denominación actual, se utilizaron otros nombres para referirse al país como «Islas del Poniente» y «San Lázaro», ambos otorgados por Fernando de Magallanes. El vocablo «Filipinas» deriva del nombre del rey Felipe II de España. Durante una expedición en 1542, el explorador español Ruy López de Villalobos bautizó las islas de Leyte y Sámar como «Felipinas» en honor al entonces Príncipe de Asturias. Finalmente, el nombre fue alterado y la denominación de «Las Islas Filipinas» pasó a referirse a todas las islas del archipiélago. El nombre oficial de Filipinas ha cambiado varias veces en el transcurso de su historia. Durante la Revolución filipina, el Congreso de Malolos proclamó el establecimiento de la «República Filipina». Con la colonización estadounidense y la introducción de la lengua inglesa, el nombre oficial del país se tradujo al nuevo idioma predominante, Republic of the Philippines. De esta forma, desde su independencia, el nombre oficial ha sido la «República de Filipinas», sin anteponer el «las» que resulta de la traducción literal del nombre
Historia de la lengua.
El idioma chabacano tiene una larga tradición en Filipinas, pues forma parte de su herencia hispánica, fruto de los contactos entre la población zamboangueña y los hispanohablantes, tanto peninsulares como novohispanos (hispanoamericanos) trasladados a las islas del archipiélago. La palabra proviene del adjetivo «chabacano», cuyo significado es «vulgar» o «sin arte», puesto que los españoles consideraban esta lengua criolla como un español «vulgar». La variedad llamada «ermitaño» está desaparecida desde el bombardeo que hicieron las tropas estadounidenses y la limpieza de sangre japonesa en la Segunda Guerra Mundial.
En general en el chabacano la gran mayoría de las palabras son de origen español, pero el filipino y los idiomas locales tienen un papel importante en la composición de las frases y la gramática. Antiguamente se le llamaba «lenguaje de tienda» o «español del paria», de manera despectiva.
Libertad.
A finales del siglo xix estalló la Revolución filipina, apoyada por Estados Unidos, y posteriormente la guerra hispano-estadounidense que dio lugar a la cesión de las islas por España a EE. UU. en 1898. Las desavenencias entre la nueva República Filipina y EE. UU. desembocaron en la guerra filipino-estadounidense que acabó con la victoria estadounidense en 1903. De esta forma, Estados Unidos reemplazó a España como potencia dominante.
A excepción del periodo de ocupación japonesa, los estadounidenses mantuvieron la soberanía sobre las islas hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1946. Desde la independencia, el país atravesó varias crisis políticas que sirvieron para definir las características de una república constitucional.
El libertador.
Emilio Aguinaldo, primer presidente filipino tras dejar de ser colonia española, se confesó al diario ABC en 1962. «Los norteamericanos nos traicionaron»
Reconocido como el primer y el presidente más joven de Filipinas (1899-1901) y el primer presidente de una república constitucional en Asia . Dirigió las fuerzas filipinas primero contra España en la revolución filipina (1896-1898), luego en la guerra hispanoamericana (1898) y finalmente contra los Estados Unidos durante la guerra filipino-estadounidense (1899-1901).
Habían pasado más de seis décadas desde la independencia de Filipinas con respecto a España pero Emilio Aguinaldo tenía las cosas claras con respecto a su papel protagonista en la guerra de 1898: «Después de Filipinas, yo amo a la madre patria España y algún día querría ir a ella. Los norteamericanos nos traicionaron», repetía el antiguo general insurrecto cuando recibió a ABC, en 1962, en su casa de Cavite . Un deseo que no pudo cumplir al fallecer, a los 94 años, dos semanas antes de publicarse la entrevista.
En 1895, cuando tenía 26 años, ingresó con el rango de teniente en la recién creada organización secreta de Katipunan , liderada por Andrés Bonifacio . «Casi al mismo tiempo que don Andrés –así se refirió en la entrevista, con profundo respeto, a su jefe– ataqué las guarniciones españolas en Cavite y las derroté». El objetivo, lograr la independencia a través de las armas. Y su determinación fue tal que, pocos meses después, alcanzó el grado de general, justo en el momento en el que se iniciaba la guerra.
Su liderazgo en la rebelión de su provincia fue incontestable, hasta el punto de que sus compañeros le nombraron presidente de la futura república. Como escribiría en 1962 el escritor yugoslavo Ante Radaic, también presente en la cita con ABC: «Son de sobra conocidos sus triunfos, seguidos y continuos. En donde atacaba, ganaba, y por eso los revolucionarios le reconocieron como el verdadero caudillo de las fuerzas filipinas, mientras Bonifacio, aun habiendo sido primero en organizar el movimiento, perdía su popularidad por sus desaciertos militares».
Aquello no gustó al mencionado Bonifacio, que intentó impugnar la elección y se enfrentó contra Aguinaldo sin dudarlo. La batalla interna entre ambos, que se libró mientras el Ejército español trataba de contener el levantamiento de los filipinos, fue favorable a nuestro protagonista. Poco quedaba de aquel guerrero durante la entrevista con este diario: «Era un hombre pequeñito, casi momificado, de andar vacilante. Llevaba grandes gafas que parecían extrañas en la cara. El pelo blanco y abundante. Tenía las mejillas hundidas hasta acusar los pómulos. Los ojos eran diminutos, casi ciegos…», escribía Luis María Ansón en calidad de enviado especial.
En la confrontación, Bonifacio fue capturado y, tras un juicio militar, condenado a muerte por sedición el 10 de diciembre de 1897. El mismo día fue ejecutado y Aguinaldo alzado como líder indiscutible en la guerra contra los españoles, donde se ganó el respeto de todos por «su nobleza en el campo de batalla para con sus enemigos». De hecho, la Reina María Cristina le concedió la más alta distinción de la Cruz Roja, por el trato que tuvo con sus prisioneros y, en especial, con los héroes de Baler (conocidos como «Los últimos de Filipinas) «Siempre he guardado un gran cariño a España y en los día de la guerra siempre ordenaba a mis soldados que tuvieran un gran respeto a su bandera. Siempre he querido y sigo queriendo a vuestro país como a mi propia madre. Cuando hablaba así de España durante la revolución, mis soldados y oficiales me lo reprochaban. Nunca he permitido maltratar a los españoles. A los prisioneros sanos los mandaba a España y a los enfermos los curaba en los hospitales», aseguraba en 1962 el antiguo jefe de los rebeldes, en el salón de su casa, repleto de algunas fotografías curiosas de aquel pasado glorioso. Entre ellas destacaba una del Rey Alfonso XIII y otra del antiguo capitán general de Filipinas, Fernando Primo de Rivera, tío del dictador español, que le infligió una dura derrota en la primera parte de la guerra, por la cual Aguinaldo tuvo que marchar al exilio de Hong Kong durante unos meses. En dicho retrato, figuraba esta emotiva dedicatorio: «Al general Aguinaldo, bravo y leal adversario en la noble batalla y fiel amigo en la paz».
«El almirante George Dewey me pidió que volviera a Filipinas para que reanudara la guerra de independencia, ofreciéndome la ayuda de sus tropas. Pregunté entonces lo que le concedería a Filipinas en caso de ganar, a lo que contestó que ellos ya eran una nación grande y rica y que no necesitaban colonias». La misma promesa le hicieron los americanos en los meses posteriores: Filipinas sería para los filipinos cuando España cayera.
Al contrario de Cuba y Puerto Rico, no hay muchos datos de esta guerra a pesar de todo lo contado sobre Baler y la batalla naval de Cavite. Se sabe que en el sitio de Manila participaron 8.500 soldados estadounidenses y 12.000 filipinos comandados por Aguinaldo, que aceptó el trato ante las suculentas promesas. El historiador Jesús Flores Thies aseguró en un estudio de 1999 que no solo fue más larga que la de Cuba, sino también muy cruenta, aunque no daba cifra de bajas, ya que los listados publicados en el Diario Oficial del Ministerio de Guerra español eran muy confusos. El historiador David F. Trask barajó en «The war with Spain in 1898» (1996) que los soldados españoles muertos en combate en Filipinas ascendieron a unos 3.000 solo del Ejército de Tierra, sin contar los que pudieran fallecer en las batallas navales o durante la repatriación por las enfermedades contraídas.
Unos muertos que Aguinaldo asumió sin saber que aquel trato con Estados Unidos acabaría convirtiéndose en su pesadilla. «Los americanos nos traicionaron, nos traicionaron…», repetía en 1962. Cuando se reinició la guerra el 25 de abril de 1898 , no duró ni dos meses. El 12 de junio Aguinaldo proclamó la independencia y era elegido primer presidente de su país desde el mismo balcón en el que se produjo el encuentro con este periódico: «Mire usted, entre estos dos cañones que usted ve, yo hice a Filipinas nación independiente. Y unas semanas después de mi proclamación, se arrió la bandera española», comentaba con cierto orgullo al recordar también el decreto firmado al respecto de los «heroicos» soldados de Baler : «No serán considerados prisioneros, sino todo lo contrario, amigos. Y en consecuencia, se les proveerá de pases para que puedan regresar a su país».
Pronto comprendió Aguinaldo que había sido engañado por Estados Unidos cuando, pocos meses después, comprobaba con sus propios ojos como estos se quedaban con Filipinas a través del famoso Tratado de París firmado con España. «A los soldados filipinos que habían peleado heroicamente en la guerra no se les permitió entrar en Manila. Los norteamericanos ocuparon el país, a pesar de que los filipinos, inspirados por la libertad, habían tomado las armas en defensa de su independencia», contaba Radaic. Para los que apoyaban esta versión, el presidente William McKinley no solo había traicionado a sus aliados, también a sus instituciones democráticas y a toda la nación. Los simpatizantes del colonialismo, por su parte, rechazaron los argumentos. Para ellos no hubo tal promesa a los tagalos y no entendían como un «buen norteamericano» podía confiar en la palabra de un bandido extranjero como Aguinaldo, más que en la de un héroe nacional del calibre del almirante Dewey.
Nos trataron como hermanos.
Cuando en 1958, poco antes de su entrevista con ABC, el escritor y periodista filipino Guillermo Gómez Rivera le preguntó a Aguinaldo si se arrepentía de haberse levantado contra España, su respuesta fue:
«Sí, estoy arrepentido. Por eso, cuando se celebraron los funerales en Manila en honor del Rey Alfonso XIII en 1941, yo me presenté en la catedral para sorpresa de los españoles. Allí me preguntaron que por qué había ido a los funerales del Rey contra el cual me había alzado en rebelión. Y les dije que sigue siendo mi Rey, porque bajo España siempre fuimos súbditos o ciudadanos españoles, pero que ahora, bajo el poder de Estados Unidos, somos tan solo un mercado de consumidores de sus exportaciones, cuando no parias. Nunca nos han hecho ciudadanos de ninguno de sus estados. Los españoles, sin embargo, me abrieron paso y me trataron como su hermano en aquel día tan significativo».
Los «Últimos de Filipinas»
En junio de 2019 se cumplieron 120 años del asedio de Baler, una plaza defendida durante casi un año por un puñado de españoles que desconocían la pérdida de las Filipinas en 1898.
El Ejército filipino honra a los héroes de Baler en el 120 aniversario de esa gesta española
Lo ocurrido en los días posteriores al final del Sitio de Baler
Como es bien sabido, después de capitular, los filipinos permitieron a los supervivientes de la guarnición española de Baler abandonar la Iglesia de San Luis de Tolosa armados y en formación, y les rindieron honores por el valor demostrado en su heroica gesta. Tras abandonar Baler, los españoles fueron llevados a Marikit y Pantagabán, siendo bien tratados y sin recibir el tratamiento de prisioneros de guerra. El 12 de junio partieron hacia Bongabón y después a Cabanatuán, donde los heridos fueron atendidos en un hospital filipino. Allí recibieron la visita de Hilaria del Rosario Aguinaldo, esposa de Emilio Aguinaldo, el primer presidente de Filipinas, que no sólo se preocupó por ellos sino que además les dio dinero.
El decreto del primer presidente filipino ensalzando el “heroísmo” de los héroes de Baler
El 3 de julio los héroes de Baler llegaron por fin a Tarlac, donde fueron generosamente recibidos por Aguinaldo. Él mismo les mostró un periódico donde aparecía publicado un decreto firmado por él el 30 de junio, es decir, tal día como hoy hace 120 años. El decreto decía lo siguiente:
“Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente:
Artículo Único.
Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país”.
Condecoraciones de España
La entonces regente de España, María Cristina de Habsburgo-Lorena, le concedió a Aguinaldo la más alta distinción de la Cruz Roja, como muestra de reconocimiento al correcto trato que tuvo con los prisioneros españoles en la guerra por la independencia, y especialmente con los llamados héroes del Sitio de Baler.
«Fraternidad de todos los pueblos, de todas las razas y todos los credos»
En 1929 pronunció este discurso en español, maravillándose ante el cinematógrafo sonoro y los progresos de la ciencia, siendo esta causante tanto de la creación de máquinas para la destrucción como para el entretenimiento y abogando por un futuro de fraternidad en donde nos sentaríamos a admirar estos inventos de paz, reformadores del espíritu humano.
El futuro trajo algo parecido a lo predicho, la televisión sentó a la gente delante de ella y la hizo olvidarse de conflictos, manteniéndola embobada y maravillada con entretenimiento diario, hasta que empezó a utilizarse precisamente para generar conflictos y como arma de guerra cultural en tiempos más modernos.
Al final todo lo que hacemos tiene un significado bélico, queramos o no, aun queda mucha «animalidad» en nosotros.
Carpe diem.
Carpe diem es una locución latina, concebida por el poeta romano Horacio, cuya traducción literal es «aprovecha el día» o «cosecha el día», en el sentido de aprovechar el tiempo y no malgastarlo. También fue entendido popularmente como «Vive el momento»…
Es un tópico literario, o tema recurrente, en la literatura universal como exhortación a no dejar pasar el tiempo que se nos ha brindado y a disfrutar los placeres de la vida dejando a un lado el futuro, que es incierto. (Wikipedia)
Coged las rosas mientras podáis;
veloz el tiempo vuela.
La misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta.
Robert Herrick – A las vírgenes, para que aprovechen el tiempo.
¡Oh capitán, mi capitán!
Cabe señalar la procedencia del vídeo principal del post ya que viene de la BBC, la propia cultura anglosajona, tradicionalmente conocida por su imposición del relato en todas las cuestiones de leyendas negras mientras que la cultura española siempre tuvo tendencia a mezclarse allá donde fuese.
La propaganda siempre fue importante en términos de guerra, en la cultural también, y a pesar de ello, los tradicionales enemigos de España también tienen una cultura admirable en muchos aspectos como el literario, musical y cinematográfico y que nunca dejaremos de alabar cuando sea digno de alabanza, y de disfrutar cuando nos emocione hasta erizarnos el vello de la piel, por mucho que lo hagamos mientras meamos en dirección a la Pérfida Albión.
Whalt Whiltman – ¡Oh capitán, mi capitán! (Poema narrado)
La defensa de lo nuestro.
chabacano, chabacana
adjetivo Que es grosero, ordinario o de mal gusto.
Criollo chabacano
Lengua
El chabacano es una lengua criolla de Filipinas y parte de Malasia e Indonesia, lexificada por el español.
Aunque siempre hemos usado la palabra «chabacano» como algo despectivo, es hermoso que una lengua apenas promovida en un país en donde el Inglés es idioma oficial trate de perdurar por sí misma, con el interés por la historia previa de muchas personas que deberían ser tratadas con cariño y respeto.
España y las Filipinas comparten una historia común en el hecho de que Filipinas fue parte del Imperio español durante trescientos años y fue la única provincia española en Asia.
En 2017, ambas naciones celebraron 70 años de relaciones diplomáticas. El 5 de septiembre de 2019, la fragata española Méndez Núñez realizó una visita histórica al puerto de Manila, convirtiéndola en la primera de un buque de la Armada Española en Filipinas, desde la Batalla de Cavite durante la Guerra hispano-estadounidense en 1898. Sin embargo, el presidente filipino, Rodrigo Duterte, dictó querer cambiar el nombre del país «Filipinas» para «borrar el rastro histórico español», algo que no consiguió realizar.
ladino, ladina
adjetivo · nombre masculino y femenino.[persona] Que actúa con astucia y disimulo para conseguir lo que se propone.
Variedad dialectal del castellano que hablan los descendientes de los judíos expulsados de la Península Ibérica en el siglo XV.
Resulta maravilloso ver cómo a pesar de despreciar a otros españoles que una vez lo fueron, por los motivos que sean, se aferran las personas a la defensa de lo que consideran suyo, algo propio.
200 ancianos mantienen vivo el idioma ladino en Israel.
Nunca caminarán solos.
Gerry y los pacificadores.
«You’ll Never Walk Alone» era un tema del musical Carousel popularizado por el grupo de rock and roll «Gerry and the Pacemakers» que llegó al número 1 de las listas en 1963, siendo adoptado como Himno por el club de fútbol de la ciudad Liverpool F.C. y cantado a coro por la afición en los partidos.
Probablemente muy pocos o ninguno de los que la canten sepan que hay unas pocas personas caminando contra dirección, viento y marea para mantener vivo el recuerdo de algo que una vez fue suyo, pero si lo supieran, caminarían juntos en espíritu y a pesar de las diferencias culturales y rivalidades históricas.
Nunca Caminarás Solo
Cuando caminas a través de una tormenta
Mantén la cabeza bien alta
Y no tengas miedo a la oscuridad
Al final de la tormenta
Hay un cielo dorado
Y la dulce canción plateada de una alondra
Sigue caminando
A través del viento
Sigue caminando
A través de la lluvia
Aunque tus sueños sean arrojados y volados
Sigue caminando
Sigue caminando
Con esperanza
En tu corazón
Y nunca caminarás solo
Nunca caminarás solo
Sigue caminando
Sigue caminando
Con esperanza
En tu corazón
Y nunca caminarás solo
Nunca caminarás solo
Si quiere ustedes dale me gusta, dale comento.